miércoles, 7 de septiembre de 2011

Fuck me!

Nos encontramos a 20 metros de la puerta. Él estaba ansioso, yo con sentimientos encontrados. Una parte de mi (la come-hombres) estaba de parabienes, a la expectativa, hacía semanas enteras que quería ese encuentro. La nena quería salir a jugar, esa noche tal vez le diese permiso. Y la madura me decía que eso podría ser contraproducente, que tal vez fuese tapar un agujero (cuac). ¿Qué agujero, retrasada? le contesté entonces. No había qué tapar.
Cuando lo vi, lo primero que pensé fue: "Al fin", le di un pico tímido (si ese era el cuarto beso que nos dábamos, exagero). Él me agarró de la cintura, y le dije: "En la calle nada, ¿te acordás?" Yo ya no estaba en falta, pero él si. Boludeces no. Cinco pasos después abríamos la puerta con vidrio polarizado. Se asomó una señora bastante simpática del otro lado del vidrio de la recepción, y nos miró con ternura mientras elegimos la suite. Pidió también una cajita de Prime, que canceló cuando le dije "yo traje". Decírselo y pensar "¿Qué carajo hago acá?" fueron una y la misma cosa. "Agustina, no jodas" me dije, suelo retarme internamente cuando estoy por hacer una boludez, y en ocasiones hasta me obedezco "ya estás acá, no tenés cinco años" nos dieron el plástico con el número, por el pasillo a la izquierda.
No recuerdo al detalle cómo entré en la habitación, sé que en el camino hice algún chiste pelotudo, me reí de nervios, me reté por reír de nervios... entonces, me ví sentada en la habitación con luz azul, al lado de las almohadas. Iba a sacarme las zapatillas, pero él me detuvo "Yo te voy a desnudar" Guau. Era la primera vez en mucho tiempo que iba a estar con alguien que no era mi ex, y eso me llenaba de vértigo. Él me preguntó si estaba nerviosa, le dije que un poco (ponele). Me besó, despacio, mientras deslizaba sus manos por mi espalda. El beso se iba calentando, las lenguas se movían cada vez mas rápido, y me di cuenta que ya estaba en cueros. No recuerdo exactamente la cronología, porque estaba muy nerviosa, pensando que él era mi compañero de laburo, y el quilombo que me podía llegar a traer y... "no me saques las medias". Me miró. Sí, íbamos a coger, pero las medias son sagradas. Tengo muchísimas cosquillas, sobre todo en los pies, sacarme las medias es dejar expuesto uno de los lugares mas sensibles de mi cuerpo, el mas vulnerable probablemente. "Quiero que estes toda desnuda para mi" No sé qué fue, no tengo idea qué en sus ojos me hizo asentir con la cabeza, dejar que me las saque. Tampoco sé en qué momento se sacó la ropa. Cuando me desnudó por completo, se dedicó a recorrerme con su lengua al tiempo que me acariciaba despacio. Ver sus ojos en mi pelvis, mientras movía su lengua en mi sexo como si hubiera nacido para darme placer fue too much. "Cogeme!" le dije, y creo que fui clara, porque siete segundos después (que rápido que te ponés el forro, hijo de puta, yo sabía...) entraba en mi, mi carne iba cediendo al impacto de su sexo erguido, orgulloso, dentro mío. Fue tomando ritmo, se dió cuenta que no era momento de ser delicado, y me cogió como me lo merecía. Una puta con clase. Estaba disfrutando el momento como nunca, pero no podía terminar de conectar, la cabeza no me dejaba. "Quiero mas" pensé. Lo miré, los dos teníamos la respiración y el pulso por las nubes, y le susurré "Quiero en cuatro". Me di vuelta, y la penetración fue perfecta. Podía sentirla entera adentro mío, mientras se movía como un enfermo, me di cuenta que no me faltaba mucho cuando me dijo "acabo" (la puta madre, nene, bueno no es tu culpa, si hubiera podido concentrarme...). Y acabó, nomás. Y cómo.
Me doy cuenta que mis recuerdos de esa noche son totalmente fraccionados. Tengo baches en la memoria. Por ejemplo, sé que fumamos un pucho mientras abrazados él me acariciaba despacio. Sé que después de eso en algún momento recorrí su miembro con mi boca, degustándolo, mientras sentía su respiración, sus músculos contrayéndose, que después cogimos como enfermos mentales, que tuve miedo de que se rompa la cama, que pedí la cuenta de mis orgasmos en 9 o 10... y ya no importaba si él trabajaba o no conmigo, si mi nombre era Agustina, Candela o Cigarrillos, si tenía pasado, si alguna vez alguien me había hecho sentir así. Porque en ese momento éramos un hombre y una mujer en la penumbra, dos leones en celo, supe que al menos esa noche había encontrado mi contrapunto sexual, alguien con quien bailar la danza de los cuerpos que tengo escrita en los genes, sin necesidad de ensayo previo.
Después nos dormimos. El detalle: él antes de entrar pidió un turno solamente, lo que me pareció bien, ya que si él era un fiasco, o si no funcionábamos, al menos no tendríamos que comernos el garrón de estar cuatro horas ahí metidos. Después llamó y pidió otro, con mi total acuerdo. Me dió la espalda para dormir, dándome a entender que lo abrace, y así lo hice (como nunca antes lo había hecho, no soy el tipo de mina que abrace). Me dormí con el olor de su piel pegadito a mí, y en un estado de éxtasis total. Una hora después nos despertamos, para bañarnos e ir a trabajar. Caminamos juntos las pocas cuadras que nos separaban del laburo, y llegamos como si fuese un día más, como si fuésemos sólo compañeros de trabajo, como si no hubiéramos compartido una de las mejores noches de mi vida. En ese momento mi expectativa de vida de la relación era dos semanas, tres creyendo en los milagros. El sexo tan bueno no dura. Nunca.
Hace diez meses que estamos juntos, y el sexo con él sigue siendo la mejor noche de mi vida.








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