lunes, 19 de marzo de 2012

Cuento para dormir acompañado

Por primera vez en mi vida tengo algo que perder. Está bien que no entiendas lo que significa eso, que te hayas tragado la pelotudez del cuento de hadas, la femineidad a prueba de balas, el glamour. Entiendo que viviste entre algodones y por eso mismo no tenés idea de lo que es la vida, o no alcanzás a comprender que los demás tienen realidades diferentes a la tuya... que no todos tenemos 48 pares de zapatos, quiero decir. Pero está bien. Las nenas como vos malcrían a los hombres, se ponen a su disposición y se dejan engañar, mientras él sea buen proveedor y parezca tierno y paternal. Las nenas como yo... bueno, somos más pragmáticas que eso.
Por primera vez en mi vida tengo algo por qué luchar, te decía. Y, la verdad, no me va a importar las cabezas que tengan que rodar para asegurar mi supervivencia, ya que me crié en la jungla. Ni tuve un papá que me regalara un auto, ni una mamá que me preparase el almuerzo para llevarme al trabajo todos los días. No. Solamente recibí golpes y decepciones de parte de mis viejos, y aprendí a respirar solita, y a golpear todas las puertas que fueran necesarias para seguir adelante. Vos no sabés lo que es buscar trabajo sin tener nada para comer en tu casa, no sabés lo que es sonreir mientras no llegás a juntar la plata para el alquiler, no sabés lo que son los golpes, cómo la vida te enseña la ley de la selva. Por eso mismo detesto cuando veo tus mentiras, cuando veo cómo te creés mejor que los demás por tener un apellido... la arrogancia hay que ganársela, sabés? Y vos no hiciste nada para tener la tuya. Pero está bien, estás arriba. La gente que nació arriba es como vos, siempre. Por ahora, dame lo que me corresponde, y no me ves más.
Y un día, alguien como yo va a estar arriba de tu hombre (porque las cosas así no funcionan, porque las princesas sólo sirven si se pueden ensuciar con semen y disfrutarlo), y nada de todo tu mundo va a valer ni va a servir para sacarte el asco de adentro, el dolor de tantos años tirados a la basura por un par de tetas. No van a importar ni tus zapatos, ni tu apellido ni tu título, porque a la cama se sube desnudos. Y ese va a ser el golpe que te va a marcar, y entonces tal vez puedas ver la vida desde otro lado, entender que la vida no es un ramo de flores, una cena y compartir cien anécdotas. O tal vez no, tal vez seas del todo como tu amiga, la embajadora de la superficialidad, y sigas creyéndote todas esas pelotudeces y tu vida se convierta en un naufragio eterno y árido, en la eterna espera del príncipe azul, en la eterna defensa de convenciones sociales, en la eterna cegera de ser un típico prototipo para poder sentirte mujer.
Y ya no tengas nada que perder, porque te perdiste.
Nunca lo voy a saber, voy a estar con mi ogro haciendo y deshaciendo el amor, cuidándolo, amándolo. Porque los ogros tampoco existen, así que tengo que cuidar muy bien al mío.   

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