sábado, 11 de febrero de 2012

Una de los Baba

"Te despertaste con la extraña sensación/ de que ya no pertenecías/ a la decó de adolescente habitación/ a los fantasmas de otras vidas" Babasónicos a pleno. Hacía tiempo que venía sintiéndome incómoda en mi piel, y lo sabía. Necesitaba un cambio. Estaba colorada, como una muestra del fuego interno que me consumía, explotaba bajo mi piel, sin llegar jamás a concretarse. Sin trabajo, corría agosto, y necesitaba no estar en mi casa, en mi habitación, en mí misma, mascullando mentiras que intentaba creer, mientras veía cómo tanto mi familia como mi pareja iban naufragando, cómo no tenía ganas de reflotar un carajo. 2010 fue un año duro, y estaban empezando a golpear todas esas cosas que intenté negar, que en parte conseguí negar durante tantos años. La ausencia de mi viejo, la personalidad errática y enferma de mi hermana, la discapacidad de mi otra hermana, la pelotudez de mi novio, la incipiente adolescencia (con sus respectivas depresiones) de mi hermano solo, sin papá, sin mamá, sin dios. Mi soltería eterna, mi soledad interna a pesar de estar rodeada de gente, el tiro en la frente demasiado pronto a mi adolescencia.
"Esta no es tu casa, este ya no es tu lugar/ huye conmigo, abandona a los demás" Mi novio me había puesto una condición al volver. Irnos a vivir juntos. No tenía ganas de cumplir la promesa, pero tampoco de seguir viviendo en esa casa. Fuimos a ver algunos departamentos, y yo pensando que él nunca iba a estar a la altura, que a mis 23 años ya había criado demasiados hijos ajenos. No sería ese el camino. Para poder salir de ahí, primero tenía que vernos. Ver cómo funcionaba el sistema "casa" completo, desde lo más afuera posible. Paralelamente me había anotado en la facultad, en el horario de la tarde, para poder llegar después del trabajo. Una materia en avellaneda, la otra en Capital. Para ese entonces, Capital era, en mi cabeza, sólo una masa de gente moviéndose entre edificios, y no se extendía mucho más allá del microcentro.
"Hiciste el bolso y te pusiste el pantalón/ aquel que más mujer te hacía/ con el silencio de la noche de telón/ mientras dormía la familia" Conseguí laburo en un call center al que mandé un CV cuando me dí cuenta que era la única opción para entrar rápido a laburar. Mi viejo se opuso rotundamente, ya que la opción para seguir en la facu era laburar de noche, era un lugar de alta rotación, y yo me merecía algo mejor. A diferencia de él, sentarse a esperar no era una opción para mi. Mientras tanto, mi hermana cambiaba de novio y mi hermano conocía a su primer novia. Mi viejo se volvía cada vez más huraño, más imbécil, y mi novio me reclamaba dulzura y ternura; dos cosas que no podía darle porque no me nacían hacia él. El proyecto de irnos a vivir juntos había naufragado gracias a que no tenía trabajo. Gracias.
"Esa no es tu casa, ese ya no es tu lugar/ huye conmigo, abandona a los demás" Septiembre. Empiezo a trabajar en el call, y conozco a mis compañeros de team. Eran veinte mas o menos, pero uno de ellos hizo un chiste. Usaba sombrero e hizo un chiste que no entendí. Empecé a perder contacto con mi familia, dormía al revés que ellos, cursaba en la facu, estudiaba. No tenía tiempo para nada. Mi tía de San Telmo me ofreció su casa para dormir, y acepté. El silencio de llegar allí y que no haya nadie, la paz de estar sola, de quererme sola, de saberme sola. Mis hermanos me extrañaban, los veía poco y ya empezaba a verlos un poco más de lejos.
"Nos encontramos en Plaza Constitución/ y no sabías a dónde ibas/ con la certeza y la humedad en tu corazón/ que un paso atrás ya no darías" Octubre. Las cosas empiezan a quebrarse. Estudiar en casa es imposible, y empiezo a no volver en la semana. A mi viejo casi ni lo veo. Con mi novio las cosas están atadas con hilitos. Lo ascienden en el laburo; de pelotudo auxiliar a pelotudo medianamente importante. El chico del sombrero y yo cruzamos algunas palabras, me hace reír siempre. Me doy cuenta que está tan loco como yo, y lo deseo, quiero sentir su cuerpo, su piel, saborearlo, empacharme de su semen. El 31 le pinto la cara con la yema de mis dedos. Lo deseo más que nunca. Mi novio me reclama que quiero sexo más a menudo que de costumbre; ni siquiera sospecha que pienso en el chico del sombrero mientras cogemos.
"Huye conmigo, fugate de aquí" Noviembre. Me toca un día de mierda en el trabajo, y el chico del sombrero me contiene, me da un abrazo, y un beso en la comisura de los labios. Dos días después junto envión, anoto mi número en un papelito y lo dejo en su escritorio. Esa semana vamos a tomar algo, y no importaban las palabras, él acariciaba mi hombro. Caminamos unas cuadras y me roba un beso. Le mando un mensaje diciéndole que sé que nos vamos a llevar bien en la cama. Al día siguiente un parcial, y mi novio diciéndome que se va a pasar el día a la casa de una compañera de laburo. Gracias nene, no sabía cómo dejarte. Mi familia es ruido blanco, casi no los veo. El sábado veo al chico del sombrero en Face, y acordamos encontrarnos en la puerta de un telo, a las doce. Pidió un turno, aunque podríamos haber pedido dos de una, pero supongo que me quería probar antes de decidir. Me pareció bien. Cogimos como si nos hubiéramos tenido ganas por siglos. Cuando llamaron de la recepción, pidió otro turno y algo para tomar.
Eran más o menos las 4 cuando Mauro y yo nos dormíamos abrazados por primera vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario