viernes, 11 de marzo de 2011

En casa

"Llorás en casa" me dice, y mi puchero desaparece, se convierte en una sonrisa, y hago lo que mejor me sale: fingir que está todo bien. Aún cuando las cosas se salieron mas de control, aún cuando todos corrían sin tener del todo claro por qué o hacia dónde, cuando me estaba derrumbando por dentro, sonreí. Siempre ha sido así. Y sus ojos pardos, como dos caramelos, dándome fuerza. Tenía que saludar y salir de ese puto lugar. La puteada se me hace inevitable; otra vez estoy sin laburo, otra vez tengo el horario de la facu ordenado según el tiempo que marca el trabajo. Otra vez me doy cuenta que ordené mal mi vida, desde los 17. No soy tan vieja para no cambiar, y la verdad es que por momentos siento que me fui a la mierda, que no estoy ni cerca de ser la persona que soñé que iba a ser. Y, ¿Por qué un evento inesperado, un quiebre de lo que tenemos asumido como realidad, siempre conduce a un replanteo de conducta?
Así que salí con la frente bien alta, tomé todo con la misma madurez de dos pesos con cincuenta que siempre rigió ese tipo de momentos (en los que el agua me tapó, en los que supe que no quedaba nada más que hacer), salió mi lado práctico a defender mi dignidad, y como siempre, lo hizo muy bien. Sonrisa tanquilizadora conteniendo a los demás, conteniendo la impotencia, la rabia. Sentada al lado de Mau, le pregunté si podía ir a su casa; un rato antes me había dado las llaves sólo por hoy. Dudó medio segundo, y acá estoy, subiendo este post desde su laptop. Desde que llegué, miré la tele y escribí. No tengo ganas de sumirme en una bola de autocompasión, o autolástima, la diferencia es tan chiquita. Al menos no por ahora, ya voy a tener todo el fin de semana para masacrarme a gusto.
"Te llevas una buena indemnización", me dice mi supervisora. Me hubiera reído en su cara, pero no se lo merecía. La plata es la mayor mentira del hombre, todo el sistema de mentiras, estatus y poder está armado alrededor de eso. Es la mamá d la hipocresía. En todo caso, me llevo lo único que no fui a buscar cuando dejé mi currículum; el amor. Es un exceso de idealismo romántico lo que acabo de escribir, pero no por eso menos cierto. Ya van a ser las siete, en tres horas él sale del trabajo y viene a abrazarme. Voy a dormirme con Babasónicos cantándole a la locura, al sexo, las drogas, y en alguna equivocación, o estrategia de ventas, al amor.
Al menos ahora estoy en casa.

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