jueves, 23 de junio de 2011

Torta

La charla telefónica vino así:
-Porque vos, querida, no lavaste un plato en todo el tiempo que estuviste en casa esta semana- Es mi viejo del otro lado de la línea.
-Mas vale que no, ya me cargué la casa al hombro desde los 16 años hasta hace poco-
-YO TAMBIÉN ME CARGUÉ LA CASA AL HOMBRO-
-Si, pero no fui yo la que se casó con una loca de mierda- Tomá tu torta.
Supongo que es lógico que después de eso me haya cortado el teléfono recalentado.
Todo esto por el candado que me llevó tres horas instalar. Era un intento de mantener mi privacidad así: privada. Pero no, en casa reina la anarquía. Así que me sacó el candado y llamó para decírmelo. Y se la tuvo que comer.
Estoy reacomodando mi vida, poniéndole fichas a Mau, y por eso necesito que mi lugar en casa sea de hija y hermana, no de mamá de todos. Porque avanzar con él implica cierta maduración de mi parte, y eso lo voy a conseguir rompiendo el esquema de mierda en el que quedó mi familia. Además, desde que empecé a sacarme todo eso de adentro me siento mejor físicamente. Impresionante. No sé si Mau me va a seguir eligiendo, porque soy consciente de que lo lastimé, pero sé que ya no soy quien era. Estoy encontrando mi lugar de a poco, y ya no tengo miedo.
Desde acá sólo se puede subir, y daré los tortazos que tenga que dar; ya postergué demasiado mi propia fiesta.

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