martes, 10 de noviembre de 2009

Animal

05/10/2009

Esta mañana me levanté desubicadamente tarde. Anoche me acosté a la ridícula hora de las 4 de la mañana, ya que me quedé hablando con mi viejo. Cuando finalmente me acosté, tuve un sueño lisa y llanamente bizarro, que no planeo contar; no es el punto de este post. Ya no. Hoy a la mañana venía para el laburo ordenando prolijamente las ideas que habían quedado flotando de la charla de anoche, de la charla vía msn con mi babe y del sueño, que si bien fue cualquiera justamente por eso fue chistoso.
Me bajé del bondi, estaba fumando el primer cigarrillo del día (y único hasta por lo menos las 2 de la tarde, lo que lo convierte en sagrado) y justo cuando empezaba a cruzar una calle, tres o cuatro cuadras de bajarme, tres perros se me vinieron al humo. Mal. Eran casi iguales, dos machos y una hembra (preñada). La hembra fue la que se me vino primero al humo, ladrándome y mostrando los dientes, tal vez para erradicar la competencia.
Les tengo algo muy cercano al pánico a los perros, probablemente porque uno marca salchicha me mordió la mano a los dos años (suceso que no recuerdo, pero que mi inconsciente debe tener más que presente). Primero frené, empecé a retroceder, mientras me iban arrinconando contra una pared, después tire el pucho al carajo, y me saqué la cartera, amenazándolos con eso, aunque sin pegarles ya que me superaban en número. Al grito (desesperado) de “¡CUCHA! CUCHAAAA!!!” y revoleándoles la cartera (kuak?) fui retrocediendo, y fijándome si había alguien alrededor que me pudiera ayudar (a esa hora ni el pato…) hasta que me planté, y les tiré el grito de guerra, que no me sale a menos que esté en pleno shock adrenalínico: “aaaaarrggg!”. Los tres dejaron de ladrar. Me miraron, se miraron entre sí, y se fueron a echar a la misma esquina en que estaban al principio. Todo eso pasó en menos de 15 segundos. Temblando, crucé la otra calle y me fui caminado.
Además de pegarme terrible susto, casi no me había calmado del todo cuando llegué al trabajo con la cara “perlada de sudor” (pero me despabiló a full, ja!) e interrumpieron la cadena de pensamiento que venía siguiendo, cosa que borra de un plumazo todo lo que había pensado hasta ese momento. Pero me hicieron recordar cada vez que me surgió el instinto animal a lo largo de mi vida. Supongo que más veces de las que recuerdo. Después, me di cuenta que tengo muchos comportamientos animales, y que debería tener aún más.
“Sos un animal” es una frase común, que en general hace referencia a una actitud más bien arcaica, o con poco tacto. Para mí siempre estuvo mal usada. Somos animales, mamíferos (aunque algunos mas que otros…) y no estamos, cromosómicamnte hablando, para nada lejos de los monos. El hombre siguió un camino evolutivo diferente, y lo interesante es que a lo largo del tiempo fue desarrollándose la parte abstracta del cerebro, la menos animal. Pasamos de ser el Homo sapiens (el hombre que sabe) a ser el Homo sapiens sapiens (el hombre que sabe que sabe), sacrificando cosas en el camino (el olfato por ejemplo), desde luego. Y a medida que la parte abstracta, humana, se fue analizando a sí misma y fabricando dioses y tecnologías a su propia imagen y semejanza, se empezó, nos empezamos, a olvidar de lo más básico, lo más animal. El equilibrio.
El equilibrio con el medio ambiente (ya lo dijo Mr. Smith en Matrix “Ustedes son el cáncer de este planeta”), que todos los animales, hongos, plantas… en fin, todos los seres vivos “no evolucionados” cuidan naturalmente, regulándose a sí mismos como especie y como individuo (¿instinto?), es como si no existiera para el ser humano, para la especie mas evolucionada de todas, la única capaz de llegar a la luna, de besar, de racionalizar hasta lo irracionalizable, de autodestruirse presionando sólo un botón, cargándose al mundo entero al mismo tiempo. Pero, ¿cómo se puede lograr un equilibrio externo sin antes haber alcanzado el equilibrio interno? ¿Cuál es el equilibrio interno? ¿Cuándo alguien está equilibrado? ¿Cómo separamos los mandatos sociales, los miedos religiosos y no tanto, los prejuicios inculcados, de lo que queremos y de lo que llamaos equilibrio? ¿Es obtener lo que queremos el camino al equilibrio? ¿O ambas cosas se dan en el orden exactamente inverso?
Bueno, creo que ya divagué bastante, lo voy a dejar acá. Por lo pronto quisiera recuperar algunas conductas animales, como proteger a la familia ante todo, y el medio en que se vive, relacionarse con mayor tranquilidad, y trabajar en equipo de manera pareja. No atentar contra la propia especie. No atentar contra uno mismo, no autoflagelarse (de ninguna manera). Hay mucho para aprender de ellos.
Seamos más animales.

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