jueves, 28 de julio de 2011

Jessica

De todas las personitas habitantes de Maurolandia que pensé que iba a conocer, Jes es la más inesperada; tal vez porque me siento parte activa en su nacimiento, casi su descubridor, tal vez porque nunca la escuché hablar. En el post anterior aclaré que Lito, si bien fue una aparición fuerte, no fue la mas perturbadora. La noche del martes al miércoles fui al departamento de Mau. Nos encontramos en el subte, y él estaba en pleno estado de enojo por el último manotazo de ahogado que tiró su ex. De hecho, me encontré con Lito prácticamente. Él y Johana hablaron durante el viaje, a pesar de que Agustina gritaba que no, que no era lugar… se está haciendo una especie de cambio de gemelas, pero no es el tema a tratar (Advertencia: si sos impresionable no leas lo que viene a continuación, te podés traumar de por vida).
Ya en su departamento, empezamos a hacer ese ejercicio hermoso que es el sexo oral; es decir, hablar mientras hacemos el amor. Un rato después de terminar, fui a buscar el segundo, y empecé por chupar su miembro, siempre tan bien dispuesto, tan (pre)parado para mi. Fue entonces cuando me dieron ganas de volver a incursionar en su culito. Empecé masajeándolo mientras chupaba sus testículos muy suavecito, y entonces sentí como mi lado masculino empezaba a aflorar: Franco. Franco es un tipo raro, debo decir, pero tiene muy claro cómo tratar a las mujeres. Para Fran el cuerpo de Mauro es propio, siente ese cuerpo tan bien formado como si fuera su propia espalda, su propia piel. Hay momentos en que Mauro y yo somos uno cuando hacemos el amor, una sola entidad gozándose en dos cuerpos. Y ese es solamente el punto de partida.
Estaba allí, en ese punto que es la cuna de las perversiones carnales, ese punto que puede mandarte al cielo mientras te condena al infierno. Lo masajeaba despacio, necesitaba que él me dejara entrar, que lo pidiera. Y así fue; sólo lo hice cuando supe que prolongar un poco más la espera hubiera estado penado por el tratado de Ginebra. Entonces, saliva y pulso de por medio, entré en él. Lo escuchaba gemir, y fue la primera vez que lo sentí en esa frecuencia, en ese rango de placer. Muchas veces antes lo había sentido derretido ante nuestras acrobacias sexuales, pero esta vez fue tan diferente, tan genuinamente distinta a todas las otras, que Franco salió, libre y desafectado. Entonces lo penetró con mi dedo, rítmicamente, primero muy suave, y después mostrándole quién era su hombre, haciendo que de verdad lo desee. En algún punto el espiral se cerró hacia adentro, y nos encontramos en el ojo del deseo. Él se fue sentando en la cama, Fran sabía que le estaba pidiendo que saliera, que tenía urgencias inmediatas que resolver, pero no podía separarse de su ser, salir de ese cuerpo que se le antojaba tan frágil, tan vulnerable.
- ¿Querés que salga?- Le preguntó, con la cabeza en su costado derecho
- Si – dijo, con una voz que no le pertenecía
Franco se retiró despacio, el cambio había sido sutil y no quería romper la magia del momento. Él volvió a recostarse, sonriendo. Entonces la vislumbró. Jessica al fin podía ver la luz. Sonreía, y en esa sonrisa se morían todas las tristezas posibles, no existía más el mundo, ni nada porque al fin Franco podía mirarla y entender que ella era su bebota, que tenía que protegerla y amarla porque al fin la había encontrado.
- Hola hermosa – le dijo, y ella sonrió - ¿Cómo estás?
- No sé… estoy naciendo. Esto es muy raro-
- Si, mi amor, ya sé que es raro- empezó a acariciarle la cabeza, despacio, y la cara, a llenarla de mimitos. Se recostó a su lado, y la rodeó con los brazos, conteniéndola en el pecho. Durante toda la charla la mimó sin pausa, acariciando despacio su espalda, su cabeza, hombros, deseándola con toda su piel, queriendo ser un hombre para ella.
- Estoy naciendo – repitió, emocionada, con los ojos brillando a fuerza de amor, de emociones, completamente movilizada, radiante. El cambio era absoluto.
- Y, ¿cómo te sentís?- Fran sabe que tiene que ser paciente, ir despacio. Es una mujer, y tiene que tratarla como tal.
- Bien, libre. Estoy bien. No sé bien qué siento.-
- Mau no te dejó salir nunca, ¿no? Imaginate si llegás a salir delante de sus amigos
- Julián es un troglodita – se ríe. Su risa son como cien mil campanitas vibrando al unísono, campanitas tenues, pero que juntas forman armonías y melodías hermosas, como un coro de ángeles. Es una risa inocente, y algo pícara, algo que Mau nunca se permitiría. – Se reiría de mi –
- Y Martín? ¿Te gusta Martín?– le pregunta. Martín es el mejor amigo de Mauro, y está enamorado de él hace años. Es una loca encerrada en el closet, y me cae muy bien. A Franco no; es anti.
- Martín es muy mujer para que me guste a mi; y hombre, así que a Mauro tampoco le gusta – Franco siente alivio, por un microsegundo tuvo miedo.
- ¿Te vas a quedar un rato, hermosa? –
- No mucho, Mauro no me va a dejar – Lo sé.
- Y, ¿Qué pensás de cómo trata Mau a las mujeres? –
- Mauro es muy dulce y muy tierno, él las cuida mucho, es un caballero. Me encanta cómo las trata- habla con mucha ternura, y se sonroja. Fran la acaricia, despacio. Quiere conocerla. – A mí me gustan las comedias románticas – Fran sonríe, enternecido – yo soy la que mira películas con ellas. – Okey, eso fue inesperado.
- Y.. ¿cuál es tu cantante favorito?
- George Michael – le dice. Y… ¿ese quién es?
- ¿En serio?
- No sé porqué me vino ese nombre, pero es el primero que se me ocurrió… - es Mauro tratando de retomar el control, no tengo idea de quién carajo es George Michael, pero lo voy a googlear en cuanto pueda. Ahora, lo importante es que Jessica no se vaya sin haber terminado de hablar.
- Bueno, seguro es tu favorito. Después vamos a escucharlo, ¿querés? – y la mira a los ojos. Ella sonríe, embelesada.
- ¿En serio?
- Si eso es lo que mi chica quiere, es lo que va a tener. – nota la alegría en su mirada, pero también que está a punto de irse.- ya te vas, no?
- Si.
- Entonces dejame besarte un poco
Y la besa con ternura primero, y con hambre después. Hacía mucho, mucho tiempo que se deseaban. A Franco le da bronca estar en el cuerpo de Agus, un cuerpo de mujer, y a la vez le resulta raro que Jessica tenga cuerpo de hombre, aunque no le importa. Baja su mano despacio sin dejar de besarla, esquiva el sexo para acariciar con su dedo humedecido el lugar tan prohibido por décadas de castración.
- Hacelo – le pide Jes
- Si, mi amor – responde. Y el dedo mayor entra hasta la segunda falange, hace presión, juega, entra y sale. Fran va sintiendo ese cuerpo, ese beso, esa excitación. Y entiende que nunca va a desear otra mujer como la desea a ella, ni ella va a desear a otro hombre con ese fuego, con esa necesidad. Porque ese sexo prohibido, ese entendimiento que va mas allá de toda lógica, es un micromundo de dos, un oasis en medio del caos diario; y existe sólo porque podemos entregarnos al otro, reconocer nuestros cambios de estado, nuestros cuerpos como vehículo de cada uno de los que somos.
Y eso, Jes, es amor.

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