martes, 12 de julio de 2011

Papá y Agus (o de mi esquizoide relación con los hombres)

Supongo que es lógico que ahora encuentren similitudes entre quien soy y la que fui a los 18 años. Las hay.
Estoy hablando con mi viejo, en este momento tengo los ojos a punto de hervir de tanto llorar (recuperé mis lágrimas!) y estoy temblando, no sé si de frío o de tristeza. En todo caso no son tan diferentes. Parece que el mundo funciona de una manera equilibrada, aceitada y perfecta. Que hay pulsión de vida en cada rincón, que papá no dormía cuando yo iba a bailar, que Marina se peleó muchas veces con él por ir a verme.
Y volvieron mis ideas suicidas, y no sé qué hacer, a quién pedirle ayuda. Mauro ahora está con su amigo, fumando y chupando seguramente, y tiene la agenda muy ocupada como para verme, y se la sigue ocupando cada vez mas como para no tener que pensar en mi. Tanta red social, tanto blog para que lo miren y no soporta estar con la única persona que lo ve, qué se yo. Por mi parte, mañana voy a lo de un amigo que es quien ahora está acompañándome a través de estas tristezas, y a pesar de mi misma tuve muchos momentos de intimidad con él los últimos días. Intimidad no sexual, quiero decir. Momentos en que uno realmente se conecta con ese otro tan ajeno y puede sentir su dolor como propio. Segundos, a veces, pero que valen. El sábado le conté de mis intentos de suicidio, de partes de mi pasado, y él se abrió conmigo también, y la verdad que me sentí un poco mejor; menos imbécil.
Papá. Papá es un señor que tiene casi cincuenta años, y con el cuál hasta hace unas horas ni siquiera hablaba. No sé como seguir con la caracterización del “personaje”, está todo muy blandito por acá adentro, mucha carne viva. Yo sé que él me quiere. Y también sé que mi mamá a su manera enferma y distorsionada me quiere también. Sé que él está cuando lo necesito. Lo sé. Pero no puedo entender miles de cosas. Y recién él me hablaba y era sentirme una mierda, sentir que él siempre me cuidó y yo nunca lo vi, sentir que soy yo el problema, que siempre fui yo el problema, que vine mal de fábrica y además estoy toda rota y pegada con cinta scotch (como me decía panda) sólo que nadie se da cuenta que me pegaron mal y ahora tengo una pierna por oreja y una mano por garganta, y las palabras se me van acumulando y no pueden salir cuando tienen que hacerlo, y me voy llenando de bronca, y cada segundo me odio mas y es así como intento descargar contra mi misma. En segundo grado la seño me dijo que usaba mucho la “y”; toda mi vida busqué maneras ingeniosas de reemplazarla. Supongo que hoy me voy a dar permiso de usar esa fucking letra todo lo que se me cante.
“Yo sé que él me quiere” ¿Quién es “él”?, me pregunto. Él es mi papá que a lo largo del tiempo se fue alejando cada vez más de mi, o yo me fui alejando de él, o los dos estamos quietos pero de a ladrillos se fue gestando una pared entre los dos, sin que lo notáramos. Me volvió a nombrar a Emmanuel, me volvió a decir que yo confiaba más en él que en mi propia familia. Que él era mala persona, y probablemente lo haya sido, me haya corrompido y yo ya no pueda volver a ser quien era. Pero yo nunca fui quien era, no. Siempre fui una especie de bola de cosas, “una maraña de sensaciones cayendo a través de un vacío infinito” sin sentido, sin orden, sin razón de ser. Sólo que antes trataba de ocultar eso, todo el tiempo. “Él” también es Emmanuel diciéndome “vos sos todo lo que tengo”, “necesito tu compañía”, “te quiero, piba”, y dejándome sola en un lugar donde no conocía a nadie esperando un micro mientras entendía que las cosas nunca son como nos dicen. Papá me dijo que ahora me estoy portando así, que confío más en Mau que en mi familia. “Él” también es Mau besándome, diciéndome que me ama y que soy su mujer, y despreciándome, descargando sus frustraciones en mi, haciéndome sentir que tengo que agradecer que esté conmigo, que le debo el favor.
Él son todos, y no es ninguno. También es Vg pidiéndome que me case con él mientras tiene un brote psicótico, Mariano diciéndome que soy su princesa mientras planea acostarse con otra, Mario viajando dos horas para verme mientras le dice a su amiga que no me soporta mas, Marcelo negando que me ama mientras hace todo por separarme de Emmanuel… no sé. Supongo que no elijo bien mis hombres, o es sólo que toda la vida sentí que merezco poco, y las veces que me jugué me fue para el carajo. No puedo hablar de mi enojo con mi viejo sin resignificar mi eterno malestar con el género masculino íntegro. Con mi manía de manipularlos, jugar con ellos y al mismo tiempo tenerles una ternura y mimarlos, pero sin bajar nunca la guardia, sin salir de la mano debajo de la lluvia, sin darles un abrazo, sin besarlos mientras cogíamos. Dejando que se descarguen en mi a precio de ser mis juguetes. Mauro no quiere pagarme, así como Emmanuel todavía me lo debe. Por la época de Emmanuel yo también estaba muy enojada con mi papá, y casi por los mismos motivos que ahora. Y él me hizo sentir que era mi derecho reclamar mis derechos, y en casa se armó quilombo. Hoy está pasando lo mismo entre Mauro, yo y mi viejo. Se arma una especie de círculo enfermo, y papá me dice que no entiendo que Mauro no está conmigo, que tengo que entender que los que están son él y mis hermanos. Que no le importa que no haga nada por la casa, que quiere que haga algo por mi. Y yo, con mi herida a cuestas, con mis ganas de morirme la mitad del tiempo, en parte porque siento que no tengo una vida para hacerme cargo, que todo acá adentro está muerto y nunca, nunca mas va a renacer. En parte porque no sé si vale la pena.
Pa, si supieras que siento todo el tiempo que no tengo interior para mostrar, que me lleno de conocimientos para ver si en algún momento me puedo valorar, que pensé, de verdad pensé que este amor que siento por Mauro iba a redimirme, a salvarme de mi propia autodestrucción, que al fin siento que amo a alguien. Papi, si llegaras a ver que el daño ya está hecho, que siento que todos me ignoran, y que vos tenés cierta responsabilidad en eso porque fuiste el primero, el primer hombre en no escucharme. Papu, si pudieras por un segundo imaginarte las cosas que viví de chica, esos momentos en que todo lo que quería era irme al cielo con Oscar porque sentía que él era el único que me iba a querer, que la muerte siempre es el fin del dolor, y probablemente por eso los franceses le digan “pequeña muerte” al orgasmo. Si supieras que mi promiscuidad es otra forma de escaparme de mi misma. Que no sé qué hacer conmigo. Y nunca lo supe.
Pa, te necesito. Necesito que seas un papá bueno que me dice que está orgulloso de mi, un papá que me rete cuando me porto mal y que rete a mis hermanos cuando son malos conmigo, que me prohíba andar por la calle de noche, así no me pasan cosas feas, que me tape a la noche y me deje la luz prendida porque tengo miedo a la oscuridad.
Necesito que te des cuenta que te necesito, y que vengas, y vuelvas a ser mi papá.

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