jueves, 7 de julio de 2011

Ogro y yo

-Es que todo se ve tan distinto de ese lado. Como si la luz que solés irradiar en mí se volviese oscuridad, una oscuridad muda, putrefacta, inabarcable. Y sin embargo... cuando estoy con vos entiendo que esa que se ríe de tus chistes, esa que te sonríe cómplice, que te besa, entiendo que esa soy yo en realidad... o no. O tal vez estoy viviendo dos vidas, y en cada una de ellas, cada beso que te doy mientras me hundo en tus ojos, o cada insulto que te mando desde lejos, como si esas vidas fueran dos yo, dos entes separados, que no pueden convivir en paz, pero que se nutren mutuamente, se necesitan y devoran. Sé que tengo que renunciar todo el tiempo a una parte de mi para estar con vos, y a otra para estar sin vos, como si tuviera que sacrificarte y sacrificarme aleatoriamente. Sé que sólo uno de nosotros va a sobrevivir, y lo sé porque somos demasiado intensos, dinamita y mecha, ramas aleatorias girando; un maquinista que durmió dos segundos de menos... peligro inminente.

-¿Y qué querés hacer? ¿Me vas a dejar?

-Me gusta el alpinismo, las caminatas nocturnas y el fuego. Me gusta quemarme los pies con la arena, que me pique el elástico cuando me desnudo, que se me congelen las manos en invierno... me gustas vos, resumiendo. Si tengo que morir a manos tuyas, va a ser así. No puedo elegir entre vos y yo, porque es una abstracción, es lo mismo que elegir entre yo y yo.

-Entonces... es insustancial que sigas cuestionándotelo.

-Lo sé.

Y sólo un golpe invadió el bosque.

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